¿es esto el amor, Sylvia?





 “¿Es esto el amor?”



Conozco el fondo, dice. Lo conozco con mi raíz principal;
Es lo que a vos te da miedo.
Yo no le temo: estuve ahí.”

-Sylvia Plath




El amor es una sombra, escribió Plath. Y  aún me parece verla volver a los brazos de Ted para decirle con voz sollozante, “sólo nunca me dejes”. Pienso en Plath y también me pregunto: “¿es esto el amor?”. Pienso en Pizarnik y en cómo responderle a qué se hace en este mundo cuando se ama así, durante el tormento de sus largas madrugadas dándose de beber. Me detengo, reconozco a Frida y detesto a Diego tanto o más que a Ted y reflexiono, “¿es esto el amor?”. Es acaso el dolor de sus cartas, la oscuridad surrealista de sus lienzos, la autodestrucción posterior a los encuentros o el tormento de las ausencias. “¿Es esto el amor?”.  Rememoro a Storni, la pequeña Alfonsina y su mar y también pienso en Virginia Woolf, leo dos o tres páginas de la Belleza del Marido y los dolores retratados en sonetos de Anne Carson y vuelvo a pensar en Plath, no puedo sacar de mi cabeza su voz diciendo: “¿es esto el amor?”.  Me rehúso a escribir amor y dolor en un mismo verso. Me rehúso a creer que el amor es esa combinación extraña que termina sabiendo a resignación, a la pretensión de conjugar los verbos amar y anular entre las letras de la felicidad. La verdad ha venido a mí, como llegó alguna vez también a Plath, la verdad del amor que sólo ama y nada más, sin más letras, ni más rostros que la alegría misma de arder sintiendo. ¿Es esto el amor, Sylvia? Sí, es el huracán que trastorna todo a su paso, es la sacudida inevitable y el fuego que se apaga solo cuando se le da la gana. El amor es un pájaro que no cabe en ninguna jaula. Es la belleza que se ve, pero no se toca.  Sylvia, sí, el amor es una sombra, pero no porque se mienta y se llore detrás de él, sino porque es la luz del reflejo de los cuerpos cuando aman.

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