Marcela Largarde - Soledad o Desolación
María Marcela Lagarde y de los Ríos (Ciudad de México, 1948) es una académica, antropóloga e investigadora mexicana, representante
del feminismo latinoamericano. Es autora de
numerosos artículos y libros sobre estudios de
género, feminismo, desarrollo humano y democracia, poder y autonomía de las mujeres, etc. Es
catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México. En su juventud, Marcela Lagarde
fue militante del Partido Comunista. Se presentó a las elecciones como
candidata independiente en las listas del Partido de la
Revolución Democrática(PRD) y fue elegida diputada en el Congreso Federal mexicano entre 2003 y 2006. Durante la legislatura destacó su trabajo a favor de los derechos de
las mujeres.
Soledad o Desolación
"Nos
han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la
soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la
autonomía, porque desde muy pequeñas y toda la vida se nos ha formado en el
sentimiento de orfandad; porque se nos ha hecho profundamente dependientes de
los demás y se nos ha hecho sentir que la soledad es negativa, alrededor de la
cual hay toda clase de mitos. Esta construcción se refuerza con expresiones
como las siguientes ¿te vas a quedar solita?, ¿Por qué tan solitas muchachas?-
hasta cuándo vamos muchas mujeres juntas-.
La
construcción de la relación entre los géneros tiene muchas implicaciones y una
de ellas es que las mujeres no estamos hechas para estar solas de los hombres,
sino que el sosiego de las mujeres depende de la presencia de los hombres, aún
cuando sea como recuerdo.
Esa
capacidad construida en las mujeres de crearnos fetiches, guardando recuerdos
materiales de los hombres para no sentirnos solas, es parte de lo que tiene que
desmontarse. Una clave para hacer este proceso es diferenciar entre soledad y
desolación. Estar desoladas es el resultado de sentir una pérdida irreparable.
Y en el caso de muchas mujeres, la desolación sobreviene cada vez que nos
quedamos solas, cuando alguien no llegó, o cuando llegó más tarde. Podemos
sentir la desolación a cada instante.
Otro
componente de la desolación y que es parte de la cultura de género de las mujeres
es la educación fantástica para la esperanza. A la desolación la acompaña la
esperanza: la esperanza de encontrar a alguien que nos quite el sentimiento de
desolación.
La
soledad puede definirse como el tiempo, el espacio, el estado donde no hay
otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas. La soledad es un
espacio necesario para ejercer los derechos autónomos de la persona y para
tener experiencias en las que no participan de manera directa otras personas.
Para
enfrentar el miedo a la soledad tenemos que reparar la desolación en las
mujeres y la única reparación posible es
poner nuestro yo en el centro y convertir la soledad en un estado de bienestar
de la persona.
Para
construir la autonomía necesitamos soledad y requerimos eliminar en la práctica
concreta, los múltiples mecanismos que tenemos las mujeres para no estar solas.
Demanda mucha disciplina no salir corriendo a ver a la amiga en el momento que
nos quedamos solas. La necesidad de contacto personal en estado de dependencia
vital es una necesidad de apego. En el caso de las mujeres, para establecer una
conexión de fusión con los otros, necesitamos entrar en contacto real,
material, simbólico, visual, auditivo o de cualquier otro tipo.
La autonomía pasa por cortar esos cordones umbilicales y para lograrlo se requiere desarrollar la disciplina de no levantar el
teléfono cuando se tiene angustia, miedo o una gran alegría porque no se sabe
qué hacer con esos sentimientos, porque nos han enseñado que vivir la alegría
es contársela a alguien, antes que gozarla. Para las mujeres, el placer existe
sólo cuando es compartido porque el yo no legitima la experiencia; porque el yo no existe.
Es
por todo esto que necesitamos hacer un conjunto de cambios prácticos en la vida
cotidiana. Construimos autonomía cuando dejamos de mantener vínculos de fusión
con los otros; cuando la soledad es ese espacio donde pueden pasarnos cosas tan
interesantes que nos ponen a pensar. Pensar en soledad es una actividad
intelectual distinta que pensar frente a otros.
Uno
de los procesos más interesantes del pensamiento es hacer conexiones; conectar
lo fragmentario y esto no es posible hacerlo si no es en soledad.
Otra
cosa que se hace en soledad y que funda la modernidad, es dudar. Cuando
pensamos frente a los otros el pensamiento está comprometido con la defensa de
nuestras ideas, cuando lo hacemos en soledad, podemos dudar.
Si no dudamos no podemos ser autónomas porque lo que tenemos es
pensamiento dogmático. Para ser autónomas necesitamos desarrollar pensamiento
crítico, abierto, flexible, en movimiento, que no aspira a construir verdades y
esto significa hacer una revolución intelectual en las mujeres.
No hay autonomía sin revolucionar la manera de pensar y el contenido de
los pensamientos. Si nos quedamos solas
únicamente para pensar en los otros, haremos lo que sabemos hacer muy bien:
evocar, rememorar, entrar en estados de nostalgia. El gran cineasta soviético
Andrei Tarkovski, en su película "Nostalgia" habla del dolor de lo
perdido, de lo pasado, aquello que ya no se tiene.
Las
mujeres somos expertas en nostalgia y como parte de la cultura romántica se
vuelve un atributo del género de las mujeres.
El
recordar es una experiencia de la vida, el
problema es cuando en soledad usamos ese espacio para traer a los otros a
nuestro presente, a nuestro centro, nostálgicamente. Se trata entonces de hacer
de la soledad un espacio de desarrollo del pensamiento propio, de la afectividad,
del erotismo y sexualidad propias. En la subjetividad de las
mujeres, la omnipotencia, la impotencia y el miedo actúan como diques que
impiden desarrollar la autonomía, subjetiva y prácticamente.
La
autonomía requiere convertir la soledad en un estado placentero, de goce, de
creatividad, con posibilidad de pensamiento, de duda, de meditación, de
reflexión. Se trata de hacer de la soledad un espacio donde es posible romper
el diálogo subjetivo interior con los otros y en el que realizamos fantasías de
autonomía, de protagonismo pero de una gran dependencia y donde se dice todo lo
que no se hace en la realidad, porque es un diálogo discursivo.
Necesitamos romper ese diálogo interior porque se vuelve sustitutivo de
la acción ; porque es una fuga
donde no hay realización vicaria de la persona porque lo que hace en la
fantasía no lo hace en la práctica, y la persona queda contenta pensando que ya
resolvió todo, pero no tiene los recursos reales, ni los desarrolla para salir
de la vida subjetiva intrapsíquica al mundo de las relaciones sociales, que es donde se vive la
autonomía.
Tenemos
que deshacer el monólogo interior. Tenemos que dejar de funcionar con fantasías
del tipo: "le digo, me dice, le hago". Se trata más bien de pensar
"aquí estoy, qué pienso, qué quiero, hacia dónde, cómo, cuándo y por
qué" que son preguntas vitales de la existencia.
La soledad es un recurso metodológico imprescindible para construir la
autonomía. Sin soledad no sólo
nos quedaremos en la precocidad sino que no desarrollamos las habilidades del
yo. La soledad puede ser vivida como metodología, como proceso de vida. Tener
momentos temporales de soledad en la vida cotidiana, momentos de aislamiento en
relación con otras personas es fundamental, y se requiere disciplina para
aislarse sistemáticamente en un proceso de búsqueda del estado de soledad.
Mirada
como un estado del ser - la soledad ontológica - la soledad es un hecho
presente en nuestra vida desde que nacemos. En el hecho de nacer hay un proceso
de autonomía que al mismo tiempo, de inmediato se constituye en un proceso de
dependencia. Es posible comprender entonces, que la construcción de género en
la mujeres anula algo que al nacer es parte del proceso de vivir.
Al
crecer en dependencia, por ese proceso de orfandad que se construye en las
mujeres, se nos crea una necesidad irremediable de apego a los otros.
El
trato social en la vida cotidiana de las mujeres está construido para impedir
la soledad.El trato que ideológicamente se da a la soledad y la
construcción de género anulan la experiencia positiva de la soledad como parte
de la experiencia humana de las mujeres. Convertirnos en sujetas significa
asumir que de veras estamos solas: solas en la vida, solas en la existencia. Y
asumir esto significa dejar de exigir a los demás que sean nuestros
acompañantes en la existencia; dejar de conminar a los demás para que estén y
vivan con nosotras.
Una
demanda típicamente femenina es que nos "acompañen" pero es un pedido
de acompañamiento de alguien que es débil, infantil, carenciada, incapaz de
asumir su soledad. En la construcción de la autonomía se trata de reconocer que
estamos solas y de construir la separación y distancia entre el yo y los
otros."
Fuente: Marcela Lagarde "Claves feministas para el poderío y la
autonomía de las mujeres" - Instituto Andaluz de la mujer"- Málaga-
España- Marzo 2000.
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